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Ataque
- John Sheirer
- hace 1 día
- 1 Min. de lectura
por John Sheirer
Se despertó confundido, pero no mucho peor que las mañanas de cincuenta y siete años anteriores. El vertedero municipal abrió temprano, así que recogió los restos de su vida, algunos para reciclar, otros para desechar para siempre. Los contenedores de color azul brillante contenían una sinfonía de color, un halo que brillaba sobre las latas y botellas. El compactador lo hipnotizaba. Olía a humo, pero los vertederos no arden. Sus rodillas se doblaron sobre el pavimento a dos pasos de la puerta de su coche, con las palmas de las manos extendidas. No podía sentir la mano vecinal en su espalda, pero oyó: —¿Estás bien, amigo?—. Podía pensar la palabra "no", pero no podía pronunciarla. Todavía no puede.
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